A los 30 se paraliza el mundo social
Durante nuestra infancia y adolescencia, los distintos hitos evolutivos y sociales nos ofrecen una gran variedad de ambientes sociales y afluencia nueva de gente. Conocemos a nuestros primeros amigos en el colegio, en el instituto, nuestras pandillas del barrio, de la urbanización, después en la universidad podemos conocer incluso personas diferentes en cada clase que cursamos y posteriormente con nuestras búsquedas de empleo también incluimos nuevas vacantes sociales. Eso sin contar el gimnasio, las clases extraescolares, los cursos de formación… El caso es que llegamos a los 30 y con un poco de suerte tenemos nuestro puesto fijo, nuestro grupo de amigos y amigas y lo mismo ya familia establecida. Nuestras rutinas son siempre las mismas, siempre vamos y salimos a los mismos sitios y nos damos cuenta de que nuestra vida social, se estabiliza tanto como el resto de nuestra vida. Sin duda esto tiene una parte positiva, pero en muchas ocasiones ocurre que nuestro entorno social empieza a encontrarse en un estadio vital diferente al nuestro y nos quedamos sin poder realizar algunas actividades, o vemos complicado quedar con l@s amig@s por coordinar tiempos, o nos desplazamos por trabajo a otra zona del globo terráqueo y nos vemos sol@s de repente… Hay muchas razones que pueden llevarnos a vernos sol@s sin haber hecho nada en particular. Esta situación afecta mucho al estado de ánimo e incluso puede afectar a cómo nos vemos a nosotr@s mism@s, a la autoestima. Es importante saber identificarlo y abordarlo, superando mitos y miedos que pueden estar impidiendo que demos los pasos adecuados. Hace unos años, no demasiados por desgracia, llegar a los 30 sin familia o sin trabajo estable ya te etiquetaba como “un/a bala perdida” o “te quedas para vestir santos” (solter@ empedernid@). Hoy en día y gracias a la tecnología, tenemos multitud de programas, aplicaciones, grupos y actividades que nos permiten probar nuevas experiencias, conocer gente diferente y formar nuevos grupos. Sin embargo, hay una gran reticencia a utilizarlos por el común pensamiento de que “los que utilizan las redes sociales o las páginas de contacto son un@s tarad@s o desesperad@s”. Lógicamente comenzar a hacer cambios en nuestras vidas a esa edad ya empieza a costar, porque igual que nuestra vida se estabiliza, nuestras rutinas y respuestas automáticas ante todo también están establecidas y hace ya muchos años que se utilizan de la misma manera, cosa que nos dificulta el cambio. Pero en realidad, las personas que logran dar ese salto hacia delante, en poco tiempo comienzan a ver diferencias sustanciales en sus vidas y a perderle el miedo a lo desconocido, haciendo un buen uso de ello. Esto no te protege de llevarte chascos sociales como los que nos podíamos llevar antes conociendo a las personas de cualquier otra manera mas “contextual”, pero las decepciones sociales forman parte de la vida y hay que aprender a manejarlas, superarlas y aprender de ellas, pero sobre todo, no deben eclipsar el resto de las relaciones de las que sí que puedes disfrutar.