CUANDO INFORMAR SE CONFUNDE CON CHIVAR
Últimamente está muy en boca de todos los medios de comunicación el tema del bullying en los colegios. Un área que suelo trabajar con l@s niñ@s víctimas de esta problemática es el chantaje al que son sometidos por l@s acosador@s, cómo los manipulan desde el miedo y la inseguridad en sí mismos. Uno de los conceptos que me parece fundamental aclarar en este sentido, es cómo se pervierte el verbo informar y se transforma en chivar. Si uno busca en la Real Academia de la Lengua Española ambos términos se encuentra los siguiente: Definición de informar: 1. tr. Enterar o dar noticia de algo. U. t. c. prnl. Definición de chivar: 6. Prnl. Colow. Delatar algo o a alguien, o relevar con mala intención algo oculto que perjudica a otro. Las personas que acosan, cometen actos que afectan directamente a la persona que necesita ayuda. ¿Cómo distinguir en ese caso el trasladar información de chivarme de alguien? A este juego de palabras tan dañino se someten las víctimas, que se ven encarceladas por el miedo a chivarse y a lo que eso supone, no sólo como consecuencia directa con l@s acosador@s, sino por cómo influye a su autoestima siendo alguien que se chiva “yo no soy ninguna chivata”. Creo que es importante trabajar este aspecto de la manipulación y hacerles comprender que cuando uno se chiva, normalmente tiene que ver con que ha recibido una información extraoficial de otro, un secreto, un acto que no ha presenciado, etc, y publicar esa información implica buscar un mal al otro por cualquier motivo. Cuando tú has presenciado una conversación o un hecho, la información es tanto tuya como del resto de los presentes, no es privada, mucho menos cuando la has sufrido en propias carnes, y en ese caso, nunca se busca un mal para el otro, se busca una defensa personal, se busca un bienestar personal y de manera secundaria, la otra persona que acosa podría recibir las consecuencias naturales de su conducta inapropiada. La responsabilidad de controlar esa respuesta inapropiada acosadora no es de la víctima, guardando silencio, sino de la persona que realiza el bullying, que es la única que puede decidir dejar de comportarse fuera de la legalidad. A las víctimas les hacen creer con esta situación que tienen control sobre la conducta de acoso: “Si no digo nada, me deja en paz”. Es decir, si me mantengo en silencio, controlo que no me moleste, lo cual genera una disminución de la ansiedad y aumenta la sensación de seguridad. Pero es completamente falso, y el miedo no les deja ver que, aunque están siendo muy muy silenciosas, las personas que acosan siguen sometiéndolas a situaciones molestas y humillantes. Comprender las dinámicas del maltrato, sea cual sea el origen, es fundamental para poder salir de la situación.