Negar nuestras emociones negativas es negar una parte de nosotr@s mism@s

 

Muchas de las personas que acuden a consulta se quejan de estar cansadas de sus emociones negativas. Otras argumentan que no se sienten completas, que no son ellas mismas, o directamente que no sienten en general. Una de las partes que suelo trabajar con casi todo el mundo son las emociones negativas. Vivimos en el mundo de las etiquetas, donde todo tiene que llevar un nombre y en la mayoría de casos un adjetivo calificativo. A las emociones les ocurre también, y en algún momento a alguien se le ocurrió la maravillosa idea de calificarlas como positivas: alegría, entusiasmo, sorpresa… o negativas: tristeza, ira, culpa… Así pues, muchas personas dedican gran energía a huir de las emociones negativas, porque no toleran sentirlas y no soportan su presencia, les hace sentir débiles, indefensas y miedo. En ocasiones, el propio perfeccionismo que tanto fomentamos hoy en día, nos hace despreciarlas porque no son aceptadas socialmente y en su presencia podemos llegar a vernos poco normales. Pero la realidad es que el ser humano nace programado para sentir emociones básicas que luego van desarrollándose igual que se desarrolla el resto del sistema cognitivo. La función de las emociones es clara, informar y preparar en nuestro cuerpo una reacción física que acompañará a la conductual. Pongamos un ejemplo: sentimos tristeza ante acontecimientos vitales que impliquen una aceptación y adaptación a un entorno que no nos gusta y, por lo tanto, necesitamos un periodo de reflexión, para el cual se prepara nuestro cuerpo. Nos apetece menos hacer cosas, más estar tirados, pensando sobre lo que ha pasado, entendiéndolo, no nos apetece salir ni relacionarnos y quizás sí recibir ánimos y que nos cuide la gente. Cuando bloqueamos nuestras emociones negativas y no las dejamos fluir, estamos deteniendo el procesamiento normal de nuestro cerebro y por lo tanto, generando un problema que antes o después acabará saliendo. Y quizás, lo haga en el momento menos apropiado, con la razón más tonta y la persona que menos se lo merece, y nos desconcertará tanto, que no llegaremos a entender qué nos pasa, en muchas ocasiones. Es fundamental saber vivir las emociones. Todas y cada una de ellas nos ayudan a entender mejor nuestro entorno, aprender de él y adaptarnos, son completamente necesarias aunque a veces nos lo hagan pasar mal.